Colgada en la puerta una gorra negra, en la silla una camiseta
y en el suelo unos pantalones. La blusa se asoma, curiosa, desde el borde de la
mesa. Las demás prendas miran ensimismadas la escena del sofá. Un olor a
pollo y salsa barbacoa inunda la sala. Todas las prendas se arrugan cuando
escuchan el largo y fuerte gemido.
Nunca una pizza supo tan bien.
Nunca una pizza supo tan bien.
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